jueves, 4 de febrero de 2010

La noche había empezado bien, estuve puntual ante tu puerta, hasta me había sobrado tiempo para comprar unas flores. -Es cursi, ya lo sé.- Abriste la puerta, y pude ver tu figura esbelta, recuerdo tu sonrisa, tus ojos verdes al mirarme. Después paseamos hasta el restaurante. Cientos de veces, había pasado por delante de aquella cristalera que dejaba ver las mesas y a sus comensales, así que cuando entramos, era como si ya hubiera estado antes allí. Recuerdo la mezcla de olores que emanaban de la cocina, y la suave música que pugnaba por sobre salir de las conversaciones. Durante los postres nuestras manos se rozaron por accidente. Fue un roce fugaz. Tímido, pero cargado de cientos de sensaciones diferentes. Te había tocado otras veces pero ésta vez era distinto, y ambos lo sabíamos.

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