Le pregunté a Dios si existía, soñé mariposas en el intestino grueso, las acompañé con dos milanesas de carne, le sonreí al techo de mi habitación, el techo de mi habitación me sonrió, levanté el pie derecho, busqué una respuesta, dos respuestas, tres respuestas, no encontre ninguna. Me levanté, caminé hasta el teléfono, y la llamé. Me atendió con voz de dormida y me dijo que me vaya a dormir, que ya era tarde, tambien dijo que me quería. Colgué el telefono, sonreí, volví a mi cama, me puse la almohada contra la cabeza hasta estar a punto de asfixiarme, me la saqué, mire al techo y le sonreí, el techo me miró y me sonrió.
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