Desfilaron en mi memoria los años de las grandes ilusiones, de los pronosticos felices, y
tambien todas las omisiones que impidieron su realizacion. Senti la angustia de no poder meter los dedos en el pasado y pegar los trozos de algun rompecabezas abandonado; pero el arcon de los juguetes se va olvidando y, al cabo, ¿quien sabra donde fueron a dar los soldados de plomo, los cascos, las espadas de madera? Los disfraces tan queridos, no fueron mas que eso. Y sin embargo habia habido constancia, disciplina, apego al deber. ¿No era suficiente o sobraba?. En ocasiones me asaltaba el recuerdo de Rilke.
La gran recompensa de la aventura de juventud debe ser la muerte.
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